Por David Rivera.
LIBERALISMO, NEOLIBERALISMO Y POSTLIBERALISMO.
Resumen:
El presente ensayo tiene como propósito explorar los
principios constitutivos de la filosofía liberal, interpretar su progresiva
transformación y, argumentar en torno al postliberalismo, concepto con el cual
pretendo describir algunos fenómenos sociales derivados de la doctrina
económica neoliberal.
Constituye un ejercicio reflexivo
que bien puede aceptarse como manera de pensar el desarrollo de la humanidad
occidental, en que las libertades inherentes al liberalismo han sido vaciadas,
trastocadas, mutadas, debilitadas o simplemente suprimidas; como manera de
conservar la lucidez y claridad en tanto que son la esencia de estas libertades
las que permiten el desarrollo pleno de los individuos y las sociedades; como advertencia
ante la casi incontestable fuerza del pensamiento único, su lógica y su efecto
heterónomo; y, por sobre todo, como denuncia ante el inadmisible aceleramiento
de la asimetría al interior y entre las sociedades del capitalismo tardío,
frente a lo cual no puede coartársele la posibilidad a una utopía que sitúe en
equilibrio la libertad y la justicia social como valores supremos.
Por último, al ser ensayo, no
pretendo ni exhaustividad ni rigurosidad metodológica, más bien éste responde a
una necesidad de plantear algunas reflexiones que he desarrollado durante el
transcurso de mi investigación sobre la relación entre imaginarios sociales y
doctrina económica neoliberal.
Tercera parte: El Postliberalismo.
La primera vez que me encontré con la novedosa
e intrigante palabra de “postliberal”, fue en un ensayo de José Rubio Carracedo
que lleva una pregunta por título: ¿Puede
el neoliberalismo morir de éxito? En aquel texto el autor considera que el término
“postliberalismo” precisa mejor la versión degenerativa del liberalismo clásico
-en vez del popular “neoliberalismo” que alude a una renovación que no es tal-
y alude a que este divorcio se produce tanto los planteamientos del
“liberalismo conservador” -Hayek, Popper, Friedman- como los del “liberalismo
radical” -Nozick. Este doctor en filosofía incluso nos habla de un modelo postliberal, el cual, a lo menos,
tiene las siguientes características: a) economía de mercado, altamente
especulativa y con mecanismos de autocontrol debilitados e insuficientes; b)
meritocracia rabiosa y sin contemplaciones; c) pensamiento único; d)
intervencionismo gubernamental instrumental; e) globalización económica,
informacional, política y cultural y; f) modelo educativo competitivo y
especialista orientado al éxito social. Sin embargo, y en total acuerdo con los
indicadores propuestos, entiendo que el profesor Carracedo sigue interpretando
estas tendencias como parte de un “liberalismo desaforado”, como un
postliberalismo que aún se encuentra enraizado en la matriz liberal primaria.
Desde el punto de vista de este
ensayo no obstante, considero que la condición
postliberal ya no es más parte de la matriz liberal; existe un quiebre
filosófico e ideológico que se desdobla para operar en contra del propio
liberalismo, y es de esta forma entonces -respondiendo a la pregunta del profesor
Carracedo- que muere de éxito el
neoliberalismo, una victoria pírrica contemporánea que pasa comúnmente
desapercibida.[1] El
argumento parte de la percatación de que el postliberalismo,
en tanto que consecuencia cultural de la doctrina económica neoliberal reificada
(en el sentido de la cosificación y economicismo de la realidad y relaciones
sociales), se desarrolla en medio de dos características que van en contra de
cualquier noción liberal, a saber: es totalitario
en tanto que impone un modelo y sentido único a la construcción del orden social
y, es dogmático en tanto que impone verdades incuestionables para esa
construcción. Para Mary L. Valencia (2002) este dogmatismo se fundamenta a su vez en
principios oscuros y contradictorios, “de
ahí que sea urgente superar las actuales limitaciones del análisis”.[2]
Para esclarecer un poco las
“oscuridades y contradicciones” del dogma neoliberal y entenderlo como un
postliberalismo es que hecho mano a la sociología de la alienación en general,
y a la teoría de los imaginarios sociales en particular. La primera, por
establecer un marco de análisis que permite advertir los rasgos “no liberales”
en las pautas culturales instituidas a partir de la lógica de mercado; mientras
que la segunda, por detectar aquellos dispositivos intersubjetivos que conducen
hacia un estado heterónomo de la sociedad, hacia un estado de alienación
colectiva espontánea, natural y voluntaria en torno a la lógica del mercado y a
la construcción del orden social capitalista.
Precisamente en un trabajo anterior iniciaba
la interesante tarea de vinculación, entre la implementación de la doctrina
neoliberal (en su origen autoritario) y los imaginarios sociales instituidos a
raíz de aquel experimento, esto en Chile de 1975 a 1983. Argumentaba que
el neoliberalismo había sido diseñado para que “trascienda el plano económico y logre imprimir sus principios en todas
las esferas de la realidad social, logre en definitiva, asentarse en la psiquis
misma de la subjetividad individual y colectiva por medio de complejos de
significación, o en términos simples, por medio de imaginarios sociales”.[3]
“Trascender el plano económico”
y hacer que la libertad económica, la igualdad de oportunidades frente al
mercado, la justicia social de mercado y el capitalismo democrático,[4]
tengan la exclusividad de sentido
sobre lo que concebimos por libertad, igualdad, justicia y democracia
respectivamente, es lo que le concede un carácter
totalitario a la doctrina neoliberal. “Trascender el plano económico” y
proponer que la racionalidad
de la ciencia económica moderna entregue directrices incuestionables y verdades
supremas para la construcción del orden social, constituye a su vez la característica dogmática de la doctrina neoliberal (y del
economicismo en general).
Asimismo, si nos adentramos un
poco más en la teoría, podemos establecer que este carácter totalitario y dogmático
se infunde en todo un magma de significaciones que tributan tácitamente en
torno al gran imaginario radical del siglo XX-XXI: La racionalidad científico-económica. En este sentido, el filósofo
griego Cornelius Castoriadis preguntaba insistentemente: “Por qué,
quién dijo, quién trató de justificar el hecho de que el objetivo de la vida
humana, la razón por la cual estamos sobre la tierra, por la cual intentamos
vivir, es aumentar indefinidamente la producción, el consumo o un dominio
supuestamente racional del mundo”. Aunque mi intención acá no es responder
esta pregunta, al menos puedo decir que la
exclusividad de sentido que le ha impuesto a la construcción social el progreso
capitalista es también parte constituyente del dogmatismo que acuso, y además su
herramienta de apoyo todo este tiempo ha sido la racionalidad tecno-científica,
económica y utilitarista. Esto debería tenerse presente en todo momento.
Entonces, en las sociedades
capitalistas contemporáneas, donde lo económico es gravitante y sus códigos se
superponen a los otros ámbitos de la realidad social, son el conjunto de “reglas
universales” que genera esta racionalidad las que dominan la construcción
social, desde donde se sustenta toda aquella “manufacturación de consenso” en
torno a “la creación de un sentido común
neoliberal, de una nueva sensibilidad y de una nueva mentalidad que ha
penetrado muy profundamente en el suelo de las creencias populares”.[5]
No esta demás decir que hay una
infinidad de relatividades fluctuantes que hacen de la realidad un todo
complejo y no un mero mecanicismo como pretende esta simple vinculación. Sin
embargo, no debe subestimarse la intención hegemónica del neoliberalismo, que
una vez afiatado en lo macro se concentra decididamente en lo micro, si no es
que en ambos aspectos a la vez. De esta forma, para que “trascienda el
plano económico” la doctrina neoliberal precisa mostrarse como ideología,[6] constatándose
aquí algo muy interesante: en su discurso el neoliberalismo tiene la gracia de
presentarse como una no-ideología. ¿A
qué se debe esta particularidad? En este punto sostengo tres hipótesis
complementarias que atienden la pregunta pero por sobre todo, proponen una
salida interpretativa distinta:
1. Este
ropaje a-ideológico se debe fundamentalmente a la necesidad de terminar con
sociedades altamente politizadas y/o ideologizadas, especialmente en aquellos
experimentos neoliberales de dictadura (Chile, Argentina y Uruguay
específicamente), acabando de paso con la posibilidad de formas democráticas
directas que requieren de una ciudadanía más activa, trasfiriendo, en cambio,
toda esa potencialidad a las prerrogativas de la tecnocracia, de lo que se infiere finalmente una concepción tecnocrática del poder.
2. La piedra angular del discurso
a-ideológico lo constituye su racionalidad
científico-económica, mediante la cual el “mercado”, instancia objetiva,
neutral e impersonal, “supuestamente” se desliga de toda influencia político-ideológica.
En consecuencia, las directrices sociales partirían de un sistema objetivo de
reglas y no de un conjunto subjetivo de ideas. Pero atención, este “sistema
objetivos de reglas” es el fundamento de las presupuestos y aprioris de la
tecnocracia que a su vez no esta exenta de influencias de poder. Aquí comienzo
a hacer otra lectura.
3. Sostengo
que lo no-ideológico viene a ser “el parche antes de la herida”, una
resignación anticipada a su pretensión como ideología orgánica y consecuente.
Con esto me refiero a que si una ideología -en su acepción positiva- constituye
los fundamentos y principios de cierta estructura social-político-económico, lo
lógico sería que sus postulados se corroborasen en su práctica con la realidad,
que demuestre una coherencia global e interna. Sin embargo, el discurso
idealizado de “libre mercado”, de “libertad económica”, de “igualdad de
oportunidades”, de “la libre competencia”, etc., no tiene mayor correlación con
la realidad, y aquí comienzan a
aparecer las contradicciones y oscuridades del dogma, las que intuía Valencia (2002). Apelando a la racionalidad científica
se produce un ocultamiento del neoliberalismo en tanto que ideología debido a la
inconsistencia e incongruencia señaladas.[7]
Y por supuesto, la posterior reificación que se hace de un mercado que nunca
fue libre no puede aspirar a una sociedad libre, y mucho menos a una autónoma.
Esto último me
lleva a pensar que la racionalidad científica-económica se traba con la tecnocracia y en especial con el poder, dominio y hegemonía –como
le sucede al liberalismo con el tema de la propiedad privada. Si el neoliberalismo se
fundamenta en principios contradictorios, oscuros e inconsecuentes; si su
pretensión idílica de una sociedad libre a partir de un mercado libre es
solamente retórica y no realidad; y si su constitución liberal queda truncada
por las consecuencias totalitarias y dogmáticas de la doctrina económica,
entonces estamos totalmente autorizados en tomarla más como estrategia que como
ideología. La estrategia consistió básicamente en mutar el desarrollo del capitalismo, y me apuro incluso a decir que siendo esta
una estrategia que opera para crea
sentido y consenso en torno a la lógica de mercado (competencia, efectivismo, individualismo,
maximización, etc.), cada vez tengo menos dudas de que sus consecuencias han
cimentado una condición postliberal en la
sociedad. Fundamentemos.
Pero, terminar con su expansión
no significa la finitud del sistema mismo (aunque aún los límites del sistema
siguen siendo geográficos y demográficos. No por nada se busca desesperadamente
otros planetas con características similares a la tierra… ¿dónde seguir
asentando el capitalismo?), al contrario, lo que el capitalismo ha perdido en
expansividad lo ha ganado en intensividad, empujando el sistema hacia su etapa tardía, o lo que Karl Kautsky anticipaba
como ultracapitalismo.[9]
En la etapa tardía continúan intensificándose principalmente los mecanismos de
articulación entre el sistema económico capitalista y las subjetividades, las
que finalmente interpretan la lógica de mercado como “sentido común”, ya sea en
el micromundo de cada individuo como en las pautas culturales y motivaciones
sociales, concretando así la dependencia
estructural entre individuo y sistema.[10] Luego se habla entonces de un Sistema Social Capitalista que alude no sólo a lo
económico, sino también a lo político, jurídico, social, cultural, etc.
Ahora, si ampliamos un poco el
rango de fenómenos socioculturales que caen dentro del la condición postliberal
nos percataremos que en el capitalismo tardío, los esquemas de la modernidad,
de la sociedad disciplinaria y del pensamiento dialéctico devienen en postmodernidad, sociedad de control y
pensamiento único respectivamente. Sostengo entonces que estos son lo tres
fundamentos interrelacionados de una ideología que soterradamente -o bajo el
artificio de “neoliberal”- supedita todas las libertades individuales y
colectivas a los dictámenes de la racionalidad científico-económica. Desde esta
racionalidad se plantea una y sólo una forma de construcción social (Sistema
Social Capitalista) y desde la lógica de mercado se plantean las herramientas exclusivas
para sobrevivir en ese esquema (competitividad, individualismo, efectivismo,
maximización etc.) Y por supuesto, este estado de la sociedad ni siquiera es un
“liberalismo desaforado”, simplemente no responde ni concuerda con la filosofía
liberal. No hay autonomía posible en las tenazas del ser y hacer capitalistas.
Alguien
puede contra argumentar y decir que es precisamente la estrategia neoliberal
que ha permitido la apertura de las economías, la fluidez de las intercambios
comerciales, la globalización de bienes, servicios e información, el
intercambio intelectual, inmaterial y cultural y, por lo mismo, ha abierto toda
una gama de nuevas posibilidades y libertades para los individuos y sociedades,
especialmente dentro de la subculturas citadinas. Sin embargo me inclino a
pensar que estas nuevas libertades y posibilidades están de una u otra forma
supeditadas a la cosmovisión del pensamiento único, a las exigencias del
mercado y a las pautas culturales de la corriente postmoderna, que en
definitiva no crean otra cosa más que pensamiento
débil y acrítico, vaciamiento de sentido, hedonismo, y condición heterónoma en
la sociedad, todo lo cual constituye un fatal flagelo para la propia
libertad del individuo y para las sociedades en general.
Para esclarecer más este enfoque
precisemos conceptualmente lo que se entiende por Pensamiento Único, Sociedad de Control y Postmodernidad.
El concepto de Pensamiento Único
tiene dos acepciones, una en el nivel macro y otra en el nivel micro por
decirlo así.
En su acepción macro se refiere
a la aceptación generalizada de los Estados-naciones por entrar y anclarse a
las fuerzas de la mundialización capitalista; por la liberalización de sus
economías y la asimilación de las estructuras monetarias; por la supeditación
de sus agentes económicos a la lógica del mercado y al capital financiero; por
la aceptación a incluirse -aunque sea de forma desventajosa y servil- en la
reconfiguración hegemónica global del sistema capitalista, conducido en
definitiva por instituciones internacionales económicas y monetarias (BM, FMI,
FEM, OCDE, GATT, Comisión Europea, Banco de Francia, etc.).[11]
Por tanto, este pensamiento único subyace en la doctrina económica neoliberal,
como la vía exclusiva hacia el progreso y desarrollo, donde finalmente
los Estados reinan pero los mercados gobiernan.
Si Truman en
1947 -aludiendo al proceso de descolonización- diversificaba enormemente los
posibles “modos de vida” al declarar que: “en
el momento actual de la historia mundial, casi todas las naciones del mundo
deben escoger entre dos modos de vida alternativos”,[12]
luego del colapso soviético ni siquiera esa binaria elección parece posible. En
efecto, cuatro décadas después Margaret Thatcher, adelantada discípula de
Hayek, sentenciaría dogmáticamente: «There Is No Alternative» (TINA). En
última instancia, el encargado de poner el broche de oro al axioma será el ex
presidente de Brasil, Fernando Cardoso, quien concluyó: “…fuera de la globalización [mundialización capitalista] no hay salvación; dentro de la
globalización no hay alternativas”.[14] “No hay alternativa” constituye entonces
la máxima del pensamiento único, el eslogan mediático que invita a consentir,
como exclusividad paradigmática la mundialización capitalista, para lo cual
además, la estrategia económica neoliberal resulta ser la vía más rápida,
eficaz e idónea de concreción.
El primero en
acuñar y conceptualizar sobre el pensamiento único fue Ignacio Ramonet, quien
ante la pregunta ¿Qué es el pensamiento único? sentenció: “La traducción en
términos ideológicos con pretensión universal de los intereses de un conjunto
de fuerzas económicas, en particular las del capital internacional. Ha sido,
por así decirlo, formulada y definida desde 1944, con ocasión de los acuerdos
de Bretton Woods. Sus fuentes principales son las grandes instituciones
económicas y que mediante su financiación vinculan al servicio de sus ideas, a
través de todo el planeta, numerosos centros de investigación, universidades,
fundaciones (...) las cuáles perfilan y expanden la buena nueva en sus ámbitos”.
Más aún, si hacemos un acercamiento más minucioso, al micromundo de cada
individuo, veremos que este pensamiento único se disemina estratégicamente en
las subjetividades, articulando lo macro con lo micro. En este sentido prosigue
Ramonet: “Un poco por todas partes, las
facultades de ciencias económicas, periodistas, ensayistas, personalidades de
la política... retoman las principales consignas de éstas nuevas tablas de la
ley y, a través de su reflejo en los grandes medios de comunicación de masas,
las repiten hasta la saciedad. Sabiendo con certeza que, en nuestras sociedades
mediáticas, repetición equivale a demostración”.[15]
Estas “buenas
nuevas” que se diseminan en el imaginario y estructuras sociales replantean la
naturalidad del individuo y de la colectividad. En esto lo económico toma
preeminencia por sobre lo político, y las riendas todas de la organización
social se rigen al imperativo económico, a los dictámenes del mercado, al
economicismo de la realidad social.[16]
Finalmente, no podía ser de otra forma, “Atrapados.
En las democracias actuales, cada vez son mas los ciudadanos que se sienten
atrapados, empapados en una especie de doctrina viscosa que, insensiblemente,
devuelve cualquier razonamiento rebelde, lo inhibe, lo perturba, lo paraliza y
acaba por ahogarlo. Esta doctrina, es el pensamiento único, el único autorizado
por una invisible y omnipresente policía de la opinión”.[17]
Y es que en su
acepción micro el pensamiento único es una “doctrina viscosa”, pero que opera
de forma tal que pasa desapercibida. El fundamento en este plano reside en la obturación
de la conciencia dialéctica hegeliana, en particular de la contradicción
dialéctica o, si se quiere, del pensamiento binario antagónico. En este
sentido, la “neoliberalización” de las sociedades, ha llevado no sólo a una
exaltación del mercado, sino también a una exaltación de las variedades y
pluralidades, y éstas a su vez, a una supresión de las contradicciones y
antagonismos. Ahora bien, lo paradójico es que aquella supresión de la
contradicción ha conducido a la sociedad hacia un solo tipo posible de
antagonismo y de contradicción, hacia una sola pero radical dialéctica en el
campo socio-histórico: entre las libertades y la lógica del mercado. Así
también lo expresan Holloway et ál. (2007) al escribir: “Dejar de lado la conciencia dialéctica de (no la creación dialéctica de) la
contradicción es olvidar que estamos en una prisión, que estamos viviendo
dentro de una forma de organización social que diariamente reduce nuestra
infinita creatividad al monótono proceso de producir ganancia”.[18]
Por lo mismo,
que el pensamiento dialéctico sea superado (a propósito de la mala fama
adquirida por el materialismo dialéctico de la URSS) no implica necesariamente
la construcción de un pensamiento rizomático libre y autónomo (diferencia,
hibridación, movilidad) como lo plantean algunos autores (Deleuze y Guattari, 2000). En la condición postliberal toda la libertad potencial de nuevas mentalidades
rizomáticas, están en última instancia supeditadas a las estructuras psíquicas
que construye la lógica de mercado, la Market
mentality. Así las cosas, el pensamiento único representa abiertamente el
fin de las contradicciones y de las síntesis de cierre, pero a su vez,
encubiertamente, es la gran síntesis de nuestro tiempo histórico, la única
dialéctica permitida, entre el humano y el capital. Entonces, persuadidos
perseguimos el anzuelo, “nuestro hacer
empuja hacia la diferencia, anhela un mundo libre de contradicción, pero por el
momento está atrapado dentro de la contradicción, dentro de un mundo de
coerción impuesta por el dinero”.[19]
A
mi modo de ver, la consecuencia más profunda y más radical del fin de la
conciencia dialéctica, es la supresión de las demandas ontológicas y la
capacidad intituyente de las sociedades, que ha contribuido por un lado a
despojar a los individuos del control de producción material y subjetiva, y por
otro, a aceitar los mecanismos de alienación, de aceptación consentida y
concertada en torno a la lógica de mercado y el progreso capitalista. Se llega
así entonces al pensamiento único, donde la “soberanía del consumidor” se
reduce casi exclusivamente a seleccionar lo ya producido, lo ya establecido, lo
ya pensado. Status quo ad infinitum,
perenne y sin oposición es heteronomía pura, total. ¿Y dónde queda la autonomía,
las libertades que pregonaba el liberalismo?
El fin del
pensamiento dialéctico es el fin entre lo interior y lo exterior, entre lo
público y lo privado; es el fin entre explotador y explotado, entre capital y
trabajador; es el fin de las contradicciones y de las crisis, de la tesis y
antítesis; es el fin de las ideologías y de la historia. Del otro lado, el
pensamiento único es el comienzo de un tiempo-espacio uniforme y una cultura
homogenizada,[20] donde “(…) no existe exterior al mercado mundial:
todo el planeta es su dominio”.[21]

El segundo fundamento de la condición
postliberal es la Sociedad de Control, que en tiempos del capitalismo tardío ha
terminado con la sociedad disciplinaria. Esta última fue el gran paradigma
dominante del mundo moderno, y permitió a través del pensamiento racional e
ilustrado estructurar y normar las pautas culturales, los parámetros y límites
del pensamiento y la practica. Además, aquel paradigma articulaba las
estructuras de ajuste entre sociedad e individuo: en la escuela, en la fabrica,
en el hogar, en la universidad, en el hospital, en la cárcel, en el regimiento,
etc., etc. Cada cual tenía su función y su identidad en un contexto dado, y a
raíz de ello también se posibilitaba la clasificación y la diferenciación
antagónica, entre el rol específico del individuo y la presión del capital
sobre aquel rol; entre la estructuración clasista, racial, cultural,
socioeconómica y sus diversas contraposiciones internas correspondientes. Pero
en la sociedad de control, las diversidades indentitarias, se reconstruyen, se
confunden y mezclan, se produce una hibridación que lleva en última instancia a
la homogenización cultural, política y económica. Este es el principal punto de
apoyo de la sociedad de control: la
sociedad diversificada en apariencia pero homogenizada en esencia.[24]
Cabe decir que
la propia sociedad disciplinaria fue el soporte para la acumulación y la expansión del sistema capitalista, cuya
expresión más acabada es el modelo de producción Taylor-fordista. Sin embargo,
en la etapa tardía, cuando el sistema se expande sobre sí mismo y desarrolla
nuevas tecnologías, sistemas y redes de comunicación, de informatización y de
información, este paradigma moderno entra en crisis. En efecto, las arcaicas
estructuras disciplinarias colapsan: ni son funcionales al sistema capitalista
ni se adecuan a la nueva producción de subjetividad. Y esto es así porque en el
capitalismo tardío la ganancia de plusvalía no tiene límites disciplinarios, no
tiene confines espaciales ni temporales, es ganancia y acumulación permanente;
y es, por sobre todo, ganancia que se basa en las mismas acciones determinadas
por las pautas culturales que el sistema produce y reproduce. De ahí que la
sociedad de control sea un sistema cerrado y circular, cercada por el capital y
la lógica de mercado, que se justifica sobre sí misma y que no tiene mayor
legitimación externa.
Por su parte
-y en un sentido más concreto-, en la sociedad de control la tercerización e
informatización de la economía, de la producción y de la vida colaboran con un
insuperable tejido de control, ejerciendo -como diría Joseph Nye- un soft power que hace democrático hasta
los mecanismos más potentes de dominación.[25]
Es en esta
sociedad de control que la libertad, la autonomía, la privacidad y la intimidad
se trastocan, se rearticulan y supeditan a las nuevas necesidades del sistema,
constituyendo una realidad social fundada en pseudo-libertades. El individuo tiene todas las libertades y
posibilidades de realización, de consumo y de acceso, esto, siempre y cuando
sea dentro de los parámetros de la lógica social capitalista. En definitiva, la
mayor parte de las veces, se termina sucumbiendo, aceptando esta demarcación de
la realidad social y el individuo pasa a formar parte del sistema mismo, a
operar a favor de él. Aquí se despliega libre y peligrosamente la producción biopolítica -y bioeconómica-,
y se instituye la sociedad de control, donde sus mecanismos “se distribuyen completamente por los
cerebros y los cuerpos de los ciudadanos, de modo tal que los sujetos mismos
interiorizan cada vez más las conductas de integración y exclusión social
adecuadas para este dominio [control].
El poder se ejerce ahora a través de maquinarias que organizan directamente los
cerebros (en los sistemas de comunicación, las redes de información, etcétera)
y los cuerpos (en los sistemas de asistencia social, las actividades
controladas etcétera) con el propósito de llevarlos hacia un estado autónomo de
alienación, de enajenación del sentido de la vida y del deseo de creatividad […] a diferencia de la disciplina, este control
se extiende mucho más allá de los lugares estructurados de las instituciones
sociales, a través de redes flexibles y fluctuantes”.[26]

Por último,
el tercer fundamento de la condición postliberal: la postmodernidad, concepto que en sentido amplio engloba tanto
al pensamiento único como a la sociedad de control. Esta postmodernidad ha
representado para algunos un cambio tan radical, un quiebre tan paradigmático
que toda forma de estructuración social anterior quedan desacreditadas, para
otros en cambio, la postmodernidad (como interpretación del postmodernismo) no
es más que una simple moda academicista, pasajera y sin trascendencia.[28]
Sin embargo, y respecto a este ensayo, lo importante aquí es encontrar las
causas y enlaces a la condición postliberal que sostengo.
En primer
lugar -retomando una crucial advertencia que hacen Hardt y Negri, 2002-, es necesario aclarar que el postmodernismo
sí constituye un abierto ataque hacia la estructuración político-social
derivada del paradigma modernista (desde el Renacimiento a hasta mediados del
siglo XX). No obstante, lo que los postmodernistas parecen no distinguir, es
que esa oposición está orientada hacia un tipo particular de tradición dentro
de la modernidad, es decir, hacia una “modernidad
y a una Ilustración que exalta la universalidad de la razón sólo para sostener
la supremacía blanca, masculina y europea”, la cual por lo demás “procura controlar las fuerzas utópicas […] mediante la construcción y la mediación de
dualismos, y llega finalmente al concepto de soberanía moderna como una
solución provisional”, siendo el postmodernismo en definitiva “un desafío a la dialéctica como lógica central
de la dominación, la exclusión y la potestad modernas, tanto porque reduce la
multiplicidad de la diferencia a oposiciones binarias como porque
subsecuentemente engloba estas diferencias en un orden unitario. Si el poder
moderno mismo es dialéctico, de esta lógica se sigue que el proyecto
postmoderno debe ser no dialéctico”.[29]
Ahora bien,
este ataque hacia la modernidad no es total sino parcial, y no es contra la
concepción dialéctica, sino -como ya argumentamos- contra el pensamiento
binario antagónico. Entonces resulta que lo que parece ser una corriente de
pensamiento y acción liberadora no es más que la lógica a través de la cual
opera el capitalismo tardío, y en esto, la liberación, lo rizomático y lo
no-dialéctico se convierten en peligrosa red de contención, tanto de las otras fuerzas
utópicas de la tradición modernista como de la propia dialéctica de oposición
hacia el sistema social capitalista. Es cierto que el postmodernismo ataca las
formas de dominación de la modernidad (soberanía moderna, ilustración,
colonialismo, etc.), pero resulta que las condiciones de dominación en el
capitalismo tardío no son precisamente las de la modernidad, en consecuencia,
el postmodernismo en vez de ser una estrategia liberadora opera inversamente,
fortaleciendo el sistema de dominación y configurando un modelo de resistencia
social que trabaja en pos de su propia alienación, de su propia condición
heterónoma.
Otra
característica importante de este postmodernismo es el relativismo extremo, que ha llevado incluso a lo que Ernest Gellner
(1994) llamó “histeria de la subjetividad”. Como el postmodernismo es una
oposición a la Ilustración y a las verdades establecidas a partir de la razón
objetiva, sospecha y desconfía de cualquier procedimiento de estructuración que
se asemeje a la ciencia, tachándolo peyorativamente de positivismo (como
herramienta de dominio imperialista). Pero esta crítica -que en principio no es
nociva- es un arma de doble filo, y como ha sido tan enérgicamente difundida
antes que desarrollada, ha terminado por crear una cosmovisión de la realidad
social en torno a incertidumbres, no sólo en un ámbito cognitivo sino incluso
en el valorativo, ético y moral, cuando no existencial.[30] Esta
relatividad se encuentra con el hecho de que, si bien es cierto en la modernidad,
el “progreso” estaba fuertemente vinculado con el desarrollo de las potencialidades
humanas, en la postmodernidad en cambio ese “progreso” se ha exteriorizado en
la materialidad, situándose fuera del individuo y poniendo en entredicho el
sentido de la evolución. Así la situación, “la
libertad reaparece en la forma de una oscuridad pluralista y lógicamente
permisiva”.[31]
La
radicalización de la relatividad antes que liberar, confunde y enreda, y de ahí
la máxima de la condición postliberal: si
no puedes convencerlos, confúndelos. Entonces sucede que cuando las pautas
culturales se relativizan aparecen grandes dificultades para consensuar
posturas, para unir fuerzas y para oponer resistencia a la lógica de mercado y
los imperativos del capitalismo. Al respecto sentencia Marta Harnecker: “Una sociedad dividida, en la que diferentes
grupos minoritarios no logran constituirse en una mayoría cuestionadora del
sistema vigente, es la mejor fórmula para que éste se reproduzca sin problemas
[…] Lo que se persigue es construir o
fabricar grupos sociales aislados unos de otros. Y para lograrlo busca
expresamente que estos grupos luchen solo por objetivos exclusivos y parciales,
que no susciten adhesión de otros grupos, tratando de convencerlos de que no
existen objetivos comunes. La prédica sobre la muerte de las ideologías y la
desaparición de las utopías sociales es parte fundamental de esta estrategia”.[32]
Por otro lado,
esta misma radicalización de la relatividad ha generado una profunda simetría
entre todos los sistemas de pensamiento, debilitando todos los marcos
referenciales y reforzando los del pensamiento único.[33] Cito a Gellner: “La igualdad hermenéutica
de todos los sistemas de significados nos imposibilita formular, y no digamos
responder, la cuestión de por qué el mundo es tan asimétrico, por que hay un
afán tan desesperado por emular el éxito de un tipo de cognición [racionalidad
científico-económica], y por qué hay
discrepancia entre campos en los cuales el éxito se ha conseguido y otros en
los que está ausente. La verdadera y más grande objeción al relativismo no es
que proponga una solución falsa (aunque lo hace), sino que nos impide incluso
ver y formular nuestro problema”.[34]
Finalmente, el postmodernismo se
despliega en la postmodernidad y esto anuncia un cambio de paradigma cultural,
es aquella etapa de la sociedad postindustrial (Daniel Bell), de la sociedad de
consumo, de los Mass media, de la información y de las altas tecnologías; se
establece como lógica cultural dominante
que exalta la realidad multidimensional y que permite la coexistencia de una gran
variedad de rasgos, muy diversos e incluso subordinados entre sí. La
postmodernidad es básicamente una amalgama, pero ante todo es una lógica
cultural subsumida en los dictámenes del capitalismo neoliberal, al respecto
Fredric Jameson dice: “[…] toda posición postmodernista en el ámbito de
la cultura es, también y al mismo tiempo, necesariamente, una forma de postura
implícita o explícitamente política sobre la naturaleza del capitalismo
multinacional actual”.[35]
Por lo mismo, toda nueva potencialidad y expresión creativa, toda innovación en
el plano cultural se enredan rápidamente en la “frenética urgencia económica”
del capitalismo tardío. La innovación y la experimentación estética son
integradas como un subproducto más de la producción de mercancías, entonces
todo vestigio de creatividad, libertad y autonomía individual terminan por
desaparecer.

Pero, recalco: fetichismo,
consumismo, hedonismo, narcisismo, alienación, heteronomía, no están en la
misma vereda de la libertad, de la autonomía, de la igualdad y la justicia
social, ergo, condición postliberal.
A todo esto, ¿Fue Rousseau quien dijo “el
hombre ha nacido libre y, sin embargo, por todas partes se encuentra
encadenado”?
Puesta de esta forma el análisis es que llego
a la reflexión de que lo que actualmente entendemos por sistema político-económico
liberal no es tal, y lo que en un principio fue una filosofía de liberación, de
creación, de autonomía, de pensamiento crítico, de igualdad y tolerancia, hoy
ha mutado de forma tan considerable -sino irreversible- que me permito darle un
fin. El responsable deliberado: la doctrina económica neoliberal; las
consecuencias: condición sociocultural postliberal.
Por cierto, molesta que esta
condición postliberal contribuya significativamente al vaciamiento de sentido y
de perspectiva, a la renuncia de arquetipos que se funden en lo social, y en
cambio, a la aceptación cegada de prototipos enacidos del aparato mediático, o
cuando mucho hacia una ligera construcción arquetípica hedonista que termina
por desplazar del campo socio-histórico lo estoico y lo asceta.[37]
Sobretodo porque es en este contexto que late la amenaza de olvido, de que
existe un individualismo social y no solamente uno posesivo; de que el dinero
se necesita pero no se desea, ni mucho menos se ama; de que existe una tolerancia
pero no un relativismo histérico que impide cualquier concordancia entre los
individuos; de que existe una diferencia entre distenderse en el goce y vivir
sumido en él; de que se puede enfatizar la inmanencia del mundo, que nos exige
cada vez más compromiso, pero no por ello abandonar todo horizonte o proyecto
trascendental; de que se puede hace economía de nuestros recursos y de nuestra
limitaciones pero no por ello demarcar nuestra humanidad en los dictámenes de
la “ciencia económica”, del mercado y del capital; de que existe una conciencia
social y una memoria histórica y no solamente egoísmo social y presentismo
amnésico; de que hay libertades que nacen de las mismas fuerzas creativas de la
humanidad y no solamente libertades superficiales establecidas y persuadidas
por los mecanismo de marketing; de que se puede hacer progresar la cultura, lo
social y lo humano y no solamente aletargarlas, involucionarlas,
insignificarlas y ponerlas en decadencia; y de que la ignorancia es un punto de
partida y no de llegada. En fin, late la amenaza de dejar en el olvido de que
los sistemas y las formulas sociales son una creación de, por y para lo social,
y que pueden ser deconstruidas y reconstruidas cuando lo social lo estime
conveniente.
Como lo
plantee en otro momento, cada vez es más fuerte la convicción de que nuevamente
nos encaminamos hacia “[…] una época oscura para la esencia humana y
sus sociedades, sólo que esta vez, pasa desapercibida por la magna
sobreiluminación de imágenes, carteles, propagandas, tubos fluorescentes, etc.”.[38] Hacia
una etapa oscura que en vez de explotar la pobreza de la existencia se
caracteriza por lo que Jean Baudrillard expresó como la “saturación de la
existencia”. Los padres de
la disutopía –Huxley, Zamiatin, Orwell- en su momento nos presentaron los
riesgos de la sociedad totalizada, controlada, automatizada, pero hasta en
aquellas ficciones se posibilitaban las demandas ontológicas, en cambio, en un
presente en que ni siquiera existen aquellas demandas, más que nunca urge encontrar
una base ontológica de antagonismo dentro y contra la condición postliberal.
No será primera vez que las
fuerzas utópicas salgan del paso, al igual como lo hizo el liberalismo del
renacimiento humanista, la “ruptura de la clausura” actualmente precisa de un
nuevo renacimiento de lo social y de lo humano. Quizá sea necesario -como lo
plantea Enrique Dussel-[39]
comenzar por contraponer una ética de
liberación frente a la “ética de mercado” y las libertades de lo humano a
las libertades que permite el capital. En esto, ¿Cuál sería el rol del
liberalismo en la era postliberal?
“La diferencia, la hibridación y la movilidad no son liberadoras en sí mismas, pero tampoco lo son la verdad, la pureza y la estasis. La práctica revolucionaria real se refiere al plano de la producción. La verdad no nos hará libre, pero tomar el control de la producción de la verdad, sí. La movilidad y la hibridación no son liberadoras, pero tomar el control de la producción de la movilidad y la estasis, las purezas y las mezclas, sí lo es”.
Michel Hardt & Antonio Negri.
_____________________________________
Referencias.
[1] “Y hay que tener en cuenta que el comunismo
fue al socialismo lo que neoliberalismo es al liberalismo clásico. Y que el
mismo desprestigio (aunque sea una injusticia histórica) que la caída del
comunismo trajo para el socialismo puede traer la muerte del neoliberalismo
para el liberalismo auténtico”· RUBIO, 1999:6.
[2] VALENCIA,
2002:6. Recojo el guante, y en esto mi empeño por dilucidar el fenómeno
neoliberal y presentar sus consecuencias culturales como Postliberalismo o Condición
Postliberal.
[3] RIVERA,
David, La implementación neoliberal. Los
términos ideológicos-imaginarios. Agosto, 2009:2.
[4] Se habla de capitalismo democrático -y no democracia
capitalista- pues “la expresión
captura la verdadera esencia de esos regímenes al señalar que sus instituciones
y prácticas democráticas son variantes políticas que no alcanzan para
neutralizar los rasgos estructurales, esencialmente antidemocráticos de la
sociedad capitalista”. BORON, 1997:2
[5] BORON,
1997:7.
[6] Piénsese,
por ejemplo, en la ofensiva ideológica
del neoliberalismo chileno luego del discurso de Chacarillas en 1977, en donde
las determinaciones técnicas de la economía neoliberal precisaban de un
sustento ideológico para trascender y así aplicarse a las conocidas
“modernizaciones sociales”.
[7] Nunca fue
libre pues, la liberalización de las economías y su posterior anclaje a la
mundialización capitalista no ha alterado en nada las estructuras de dominio;
las potencias capitalistas desarrolladas siguen pautando a piacere las vinculaciones económicas con los países
subdesarrollados y en vías de desarrollo; las estructuras monopólicas
corporativas y sus redes capitalistas hacen del neoliberalismo un eufemismo
geopolítico estratégico. Nunca ha sido libre pues la especulación y la
alteración en los mercados internacionales está a la orden del día, haciendo de
los fallos de mercado una
característica estructural y no una excepción. Nunca será libre debido al
primer axioma neoliberal: “…la
concentración del poder económico deviene en la del poder político, y que nadie
legisla en contra de sus propios intereses”. CUELLO, Raúl, El neoliberalismo, una ideología contraria
al equilibrio social. En BORON et ál.,
1999:138. Incluso la misma competencia
nunca ha sido una propiedad del neoliberalismo, más bien constituye un mito,
una “creencia de tipo religiosa”, una felonía dañina tanto para la democracia
como para la ciencia seria, al respecto: Sapir, J. (2006) “La competencia no es una ley sino un mito”. En Le Monde
diplomatique, Nº 66, pp. 30-31.
[8] Los
espejismos de las estructuras económico-monetarias actuales han volcado el
énfasis en la economía virtual (financiera) por sobre la economía real
(productiva), las cifras son más que llamativas, al respecto Aldo Ferrer
sentencia: “(...) el 95% de las
operaciones en los mercados cambiarios del mundo corresponden a movimientos
financieros, y sólo el 5% a cancelación de transacciones reales de comercio de
bienes y servicios e inversiones privadas directas”. FERRER, Aldo, La globalización, la crisis financiera y
América Latina. En BORON et ál.,
1999:89. Por otro lado, interesante e intrigador resulta la búsqueda del
soporte principal tanto de la economía real como virtual, y esto como punto de
vista histórico, desde el mercantilismo
hasta la actual economía de casino. Y es que ¿qué consenso, ha llevado a
instalar en la raíz de la estructura económico-financiero-monetario, un patrón
oro, un dólar-oro, un dólar o un patrón fiduciario respectivamente, como
soporte o base del mismo sistema? ¿Qué consenso intersubjetivo le ha entregado
un valor más allá que el utilitario o intrínseco a estos patrones? Quizá todo
el sistema, en definitivas cuentas, se sustenta en una sobreestimación y
mitificación de algo que no es, pero que sin embargo sirve para mantener las
estructuras de dominio, control y hegemonía económica.
[9] “…los magnates del capitalismo podrán unirse en un único monopolio
mundial y sustituir la competencia y la lucha entre capitales financieros de
base nacional por un capitalismo financiero internacional unificado”. KAUTSKY, Karl, “Zwei Schiften zu Umlernen”, en Die
Neue Zeit, 30/04/1915, p.114. Tomado de HARDT y NEGRI, 2002:217.
[10]“…enajenación cultural, debido al control y
a la manipulación, por las organizaciones metropolitanas, de los medios de
comunicación de masas, la traducción y producción de revistas, libros,
programas de televisión, etc. (…) las condiciones sociales y culturales de la dependencia
provocan el compromiso de la propia personalidad de personas y grupos de
personas [hacia el sistema]. La
situación de dependencia estructural ciertamente crea ambigüedades e
incongruencias, generando cierto tipo de inautenticidades y duplicidades. Los
valores culturales y los patrones de comportamiento social se duplican y se
hacen contradictorios. Y también ocurre un cierto tipo de divorcio entre el
pensamiento y la acción. Así, los antagonismos
políticos y económico (esto es, los antagonismos entre las clases
sociales) se convierten en contradicciones culturales (axiológicas)”.
IANNI, Octavio (1970), Imperialismo y
cultura de la violencia en América Latina. Ed. Siglo XXI. México D.F. Pp.
9-26.
[11] Al respecto
ver Ramonet, I. ¿Qué es el pensamiento único?
En SÁNCHEZ, 1998:15-17.
[12] Discurso del
presidente Truman ante el Congreso de los EE.UU. Washington, 12 de marzo de
1947.
[13] Tomado de
BORON et ál., 1999:220.
[14] Ramonet, I.
(1995), La pensée unique. En Le Monde Diplomatique, enero. (Edición francesa).
[15] “La mutación que sufrió el individuo común en
su autorepresentación desde homo politicus hacia homo economicus, finalmente
permitió el tan anhelado divide et impera de las clases dominantes”.
RIVERA, David, La implementación
neoliberal. Los términos ideológicos-imaginarios. Agosto, 2009:7.
[16] Ramonet, I.
(1995), La pensée unique. En Le
Monde Diplomatique, enero. (Edición francesa).
[17] HOLLOWAY,
John et ál., [Com.] (2007), Negatividad
y Revolución. Theodor W. Adorno y la política. Coedición Universidad Autónoma de Puebla,
México y Ediciones Herramienta, Buenos Aires. Introducción de los compiladores.
[18] Ibídem.
[19] “(…) esta
creciente homogenización cultural ha sido un instrumento poderosísimo para la
creación de un “sentido común neoliberal” que exalta las oportunidades que
ofrece el mercado, lo que tal vez constituye el triunfo más notable de la
reestructuración regresiva del capitalismo actualmente en curso”. BORON et ál., 1999:225.
[10] HARDT y NEGRI, 2002:181.
[21] “Estos medios, concentrados cada vez en menos
manos, se encargan de canalizar el pensamiento y las actitudes de la gente
dentro de los límites aceptables para las clases dominantes, desviando
cualquier reto en potencia contra ellas y las autoridades establecidas antes de
que éstos puedan tomar forma y adquirir fuerza”. HARNECKER, 2000:3.
[22] Díaz E., R.
(2002), “De sueños y esperanzas”. En Le
Monde diplomatique, Nº 25, p. 31.
[23] Una peligrosa tendencia que
amenaza con socavar toda la cadena lógica de represtación de los
Estados-naciones, es decir, multitud-pueblo-nación-Estado. Concorde al tono de
este ensayo, sostengo que la cadena de representación esta adormecida desde su
eslabón más principal, la muchedumbre en la condición postliberal es
mansedumbre, de ahí los graves problemas para salir del estado de heteronomía.
[24] “Las tecnologías informáticas facilitan la
acumulación de datos sobre la vida privada de los ciudadanos a costos muy
bajos, posibilitando la actuación estatal (y empresarial) preventiva de la
disidencia en ámbitos como el laboral, el acceso a funciones públicas,
etcétera”. HARNECKER, 2000:2
[25] HARDT y NEGRI, 2002:38.
[26] HARDT y NEGRI, 2002:38.
[27] “[…] el movimiento postmoderno, que es una moda
cultural pasajera, tiene interés sólo por cuanto es un espécimen vivo y actual
del relativismo, que en sí mismo es de alguna importancia y permanecerá entre
nosotros durante un buen tiempo”. GELLNER, 1994:38-39.
[28] HARDT y NEGRI, 2002:137-138.
[29] En el plano del conocimiento es posible, sino
necesario, vivir con la incertidumbre y conflicto cognitivos. Sobre todo porque
cuenta con una base común simétrica que permite obtener nuevo conocimiento y
resolver los conflictos y crisis: el racionalismo científico. Sin embargo, ¿es
permisible esta incertidumbre en el plano moral, valorativo, ético? ¿Cuál es el
marco de referencia o criterio para alcanzar una moral y ética universales?
[30] GELLNER, 1994:46.
[31] HARNECKER, 2000:4
[32] En el postmodernismo el estadio de análisis al que
había llegado la Escuela de Francfort son sobrepasados, la teoría crítica de un
Adorno o de un Marcuse y el subjetivismo histórico subyacente son reemplazados
por un radical desprecio de lo objetivo en sí, por una hermenéutica
igualitarista y vacua, y por un “calambre epistemológico” que deambula en un relativismus über alles (relativismo
ante todo).
[33] GELLNER: 1994:82. ¿Por qué si el
pensamiento científico racional y su método es tan influyente, eficaz y
efectivo, no ha podido preveer las enormes contradicciones y desigualdades que
su avance han provocado en las sociedades que adoptaron esta estrategia
cognitiva; siendo además gran responsable de que casi la totalidad de las
sociedades capitalistas occidentales abracen una postmodernidad vacúa, sin
sentido ni orientación?
[34] JAMESON,
1995:14.
[35] Para Joseph Gabel (1970) esta falsa
conciencia tiene los siguientes rasgos esenciales: falsas identificaciones,
perspectiva a-histórica, rechazo sistemático a las teorías dialécticas y,
teorías de encubrimiento que justifican dicho rechazo. Para Castoriadis (1998)
quien habla en términos de “asenso de la insignificancia” esto representa
pensamiento débil, falsas vanguardias, conformismo, fatalismo, hedonismo,
presentismo.
[36] Al respecto ver MOULIAN,
Tomás (1999), El consumo me consume.
Ed. LOM. Santiago. Al respecto, Ortega y Gasset sentenciaba: “La anatomía del hombre hoy dominante: un
hombre hecho de prisa, montado nada más que sobre unas cuantas y pobres
abstracciones, un hombre previamente vaciado de su propia historia, sin
entrañas de pasado y, por lo mismo, dócil a todas las disciplinas llamadas
“internacionales”, un hombre que carece de un “dentro” y sin la nobleza que
obliga, que se siente como todo el mundo. En esta sociedad de hombres de cabeza
toscas”. En ORTEGA; GASSET, J. (2005), La
rebelión de las masas. Ed. Espasa-Calpe, Madrid.
[37]
RIVERA, David, Modernidad/Postmodernidad,
la contraposición de arquetipos. Noviembre-diciembre 2007.
[38] DUSSEL, Enrique, La resistencia
ética al neoliberalismo. Conferencia dictada en la Facultad de Ciencias
Sociales, UNAM en el mes de junio de 1998.
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3 comentarios:
Me gustó mucho el ensayo viejo. Si bien el término postliberalismo me era extraño creo que dejas las cosas bastante en claro. Tengo un par de cuestiones en mente:
1. ¿Crees que la matriz liberal llevaba implícita la semilla del neoliberalismo o esta corresponde más bien al fracaso de sus postulados? Dicho de otra forma, ¿es el liberalismo inocente de su hijo bastardo? ¿podemos adoptar críticamente sus idearios originales?
2. Sobre tu apreciación del postmodernismo creo en establecer un matiz. Tal y como lo pones esta corriente es profundamente dañina, anteponiendo un signo de interrogación que raya en el inmovilidad a cada posibilidad de cambio y transformación social. Sin embargo, creo que existe una variante laxa del mismo que se basa en una suerte de constructivismo, esto es, en reconocer las condiciones de origen (e intenciones) en que cada discurso es válido. El hecho de develar este lado oculto de la forma (Luhmann dixit) nos da la oportunidad de aceptar o negar sus premisas, orientándonos a una crítica más fundada.
Saludos!
Gracias elexamendenoche, buenas tus apreciaciones. Ahora bien, respecto a lo primero no tengo dudas de que el liberalismo se siente victima del neoliberalismo, de hecho cualquier liberal serio se siente ajeno a las consecuencias del neoliberalismo. Por otro lado no debemos olvidar que hay un paso significativo entre FILOSOFÍA liberal a DOCTRINA ECONÓMICA NEOliberal, ese paso pienso yo -y esta una profundización de la investigación en curso- es el que produce el giro de los principios liberales originales. De todas formas ese tema lo dejo claro o intento dejarlo claro en la segunda parte del ensayo que pronto subiré. Respecto a si el liberalismo llevaba la semilla implícita del neoliberalismo, creo que si en un aspecto crucial: la propiedad privada. Y desde hay te respondo lo segundo, por supuesto que podemos asumir los principios originarios del liberalismo críticamente en la actualidad y repostularlos como vía alternativa a la viscosidad del postliberalismo -plantear un formula social cerrada sin posibilidad de cambio es un absurdo total- pero desde mi punto de ver ese liberalismo debe replantearse el tema de la propiedad privada. ¿Suena radical no, casi ilógico, pero no está demás el ejercicio?
Eso puedo decir por el momento.
Saludos compañero.
Gato muy buena tu pagina, cuando puedas subite alguna obra de Salgado Alejandra, gracias
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