lunes, 26 de septiembre de 2011

El Postliberalismo.

David Rivera: "En la etapa tardía continúan intensificándose principalmente los mecanismos de articulación entre el sistema económico capitalista y las subjetividades, las que finalmente interpretan la lógica de mercado como “sentido común”, ya sea en el micromundo de cada individuo como en las pautas culturales y motivaciones sociales, concretando así la dependencia estructural entre individuo y sistema.".">
Por David Rivera.

LIBERALISMO, NEOLIBERALISMO Y POSTLIBERALISMO.

Resumen:
El presente ensayo tiene como propósito explorar los principios constitutivos de la filosofía liberal, interpretar su progresiva transformación y, argumentar en torno al postliberalismo, concepto con el cual pretendo describir algunos fenómenos sociales derivados de la doctrina económica neoliberal.

Constituye un ejercicio reflexivo que bien puede aceptarse como manera de pensar el desarrollo de la humanidad occidental, en que las libertades inherentes al liberalismo han sido vaciadas, trastocadas, mutadas, debilitadas o simplemente suprimidas; como manera de conservar la lucidez y claridad en tanto que son la esencia de estas libertades las que permiten el desarrollo pleno de los individuos y las sociedades; como advertencia ante la casi incontestable fuerza del pensamiento único, su lógica y su efecto heterónomo; y, por sobre todo, como denuncia ante el inadmisible aceleramiento de la asimetría al interior y entre las sociedades del capitalismo tardío, frente a lo cual no puede coartársele la posibilidad a una utopía que sitúe en equilibrio la libertad y la justicia social como valores supremos.

Por último, al ser ensayo, no pretendo ni exhaustividad ni rigurosidad metodológica, más bien éste responde a una necesidad de plantear algunas reflexiones que he desarrollado durante el transcurso de mi investigación sobre la relación entre imaginarios sociales y doctrina económica neoliberal.

La genealogía de las ideas
 dicta mucho de ser una línea recta.
En el desarrollo del liberalismo se cruzan
corrientes de doctrinas de tan diverso origen,
que enturbian toda claridad
y acaso irremediablemente
 hacen imposible toda precisión.

H. J. Laski.

 Tercera parte: El Postliberalismo.
La primera vez que me encontré con la novedosa e intrigante palabra de “postliberal”, fue en un ensayo de José Rubio Carracedo que lleva una pregunta por título: ¿Puede el neoliberalismo morir de éxito? En aquel texto el autor considera que el término “postliberalismo” precisa mejor la versión degenerativa del liberalismo clásico -en vez del popular “neoliberalismo” que alude a una renovación que no es tal- y alude a que este divorcio se produce tanto los planteamientos del “liberalismo conservador” -Hayek, Popper, Friedman- como los del “liberalismo radical” -Nozick. Este doctor en filosofía incluso nos habla de un modelo postliberal, el cual, a lo menos, tiene las siguientes características: a) economía de mercado, altamente especulativa y con mecanismos de autocontrol debilitados e insuficientes; b) meritocracia rabiosa y sin contemplaciones; c) pensamiento único; d) intervencionismo gubernamental instrumental; e) globalización económica, informacional, política y cultural y; f) modelo educativo competitivo y especialista orientado al éxito social. Sin embargo, y en total acuerdo con los indicadores propuestos, entiendo que el profesor Carracedo sigue interpretando estas tendencias como parte de un “liberalismo desaforado”, como un postliberalismo que aún se encuentra enraizado en la matriz liberal primaria.
Desde el punto de vista de este ensayo no obstante, considero que la condición postliberal ya no es más parte de la matriz liberal; existe un quiebre filosófico e ideológico que se desdobla para operar en contra del propio liberalismo, y es de esta forma entonces  -respondiendo a la pregunta del profesor Carracedo- que muere de éxito el neoliberalismo, una victoria pírrica contemporánea que pasa comúnmente desapercibida.[1] El argumento parte de la percatación de que el postliberalismo, en tanto que consecuencia cultural de la doctrina económica neoliberal reificada (en el sentido de la cosificación y economicismo de la realidad y relaciones sociales), se desarrolla en medio de dos características que van en contra de cualquier noción liberal, a saber: es totalitario en tanto que impone un modelo y sentido único a la construcción del orden social y,  es dogmático en tanto que impone verdades incuestionables para esa construcción. Para Mary L. Valencia (2002) este dogmatismo se fundamenta a su vez en principios oscuros y contradictorios, “de ahí que sea urgente superar las actuales limitaciones del análisis”.[2]

Para esclarecer un poco las “oscuridades y contradicciones” del dogma neoliberal y entenderlo como un postliberalismo es que hecho mano a la sociología de la alienación en general, y a la teoría de los imaginarios sociales en particular. La primera, por establecer un marco de análisis que permite advertir los rasgos “no liberales” en las pautas culturales instituidas a partir de la lógica de mercado; mientras que la segunda, por detectar aquellos dispositivos intersubjetivos que conducen hacia un estado heterónomo de la sociedad, hacia un estado de alienación colectiva espontánea, natural y voluntaria en torno a la lógica del mercado y a la construcción del orden social capitalista.
 Precisamente en un trabajo anterior iniciaba la interesante tarea de vinculación, entre la implementación de la doctrina neoliberal (en su origen autoritario) y los imaginarios sociales instituidos a raíz de aquel experimento, esto en Chile de 1975 a 1983. Argumentaba que el neoliberalismo había sido diseñado para que “trascienda el plano económico y logre imprimir sus principios en todas las esferas de la realidad social, logre en definitiva, asentarse en la psiquis misma de la subjetividad individual y colectiva por medio de complejos de significación, o en términos simples, por medio de imaginarios sociales”.[3]
“Trascender el plano económico” y hacer que la libertad económica, la igualdad de oportunidades frente al mercado, la justicia social de mercado y el capitalismo democrático,[4] tengan la exclusividad de sentido sobre lo que concebimos por libertad, igualdad, justicia y democracia respectivamente, es lo que le concede un carácter totalitario a la doctrina neoliberal. “Trascender el plano económico” y proponer que la racionalidad de la ciencia económica moderna entregue directrices incuestionables y verdades supremas para la construcción del orden social, constituye a su vez la característica dogmática de la doctrina neoliberal (y del economicismo en general).
Asimismo, si nos adentramos un poco más en la teoría, podemos establecer que este carácter totalitario y dogmático se infunde en todo un magma de significaciones que tributan tácitamente en torno al gran imaginario radical del siglo XX-XXI: La racionalidad científico-económica. En este sentido, el filósofo griego Cornelius Castoriadis preguntaba insistentemente: Por qué, quién dijo, quién trató de justificar el hecho de que el objetivo de la vida humana, la razón por la cual estamos sobre la tierra, por la cual intentamos vivir, es aumentar indefinidamente la producción, el consumo o un dominio supuestamente racional del mundo”. Aunque mi intención acá no es responder esta pregunta, al menos puedo decir que la exclusividad de sentido que le ha impuesto a la construcción social el progreso capitalista es también parte constituyente del dogmatismo que acuso, y además su herramienta de apoyo todo este tiempo ha sido la racionalidad tecno-científica, económica y utilitarista. Esto debería tenerse presente en todo momento.
Entonces, en las sociedades capitalistas contemporáneas, donde lo económico es gravitante y sus códigos se superponen a los otros ámbitos de la realidad social, son el conjunto de “reglas universales” que genera esta racionalidad las que dominan la construcción social, desde donde se sustenta toda aquella “manufacturación de consenso” en torno a “la creación de un sentido común neoliberal, de una nueva sensibilidad y de una nueva mentalidad que ha penetrado muy profundamente en el suelo de las creencias populares”.[5]
No esta demás decir que hay una infinidad de relatividades fluctuantes que hacen de la realidad un todo complejo y no un mero mecanicismo como pretende esta simple vinculación. Sin embargo, no debe subestimarse la intención hegemónica del neoliberalismo, que una vez afiatado en lo macro se concentra decididamente en lo micro, si no es que en ambos aspectos a la vez. De esta forma, para que “trascienda el plano económico” la doctrina neoliberal precisa mostrarse como ideología,[6] constatándose aquí algo muy interesante: en su discurso el neoliberalismo tiene la gracia de presentarse como una no-ideología. ¿A qué se debe esta particularidad? En este punto sostengo tres hipótesis complementarias que atienden la pregunta pero por sobre todo, proponen una salida interpretativa distinta:

1.      Este ropaje a-ideológico se debe fundamentalmente a la necesidad de terminar con sociedades altamente politizadas y/o ideologizadas, especialmente en aquellos experimentos neoliberales de dictadura (Chile, Argentina y Uruguay específicamente), acabando de paso con la posibilidad de formas democráticas directas que requieren de una ciudadanía más activa, trasfiriendo, en cambio, toda esa potencialidad a las prerrogativas de la tecnocracia, de lo que se infiere finalmente una concepción tecnocrática del poder.
2.   La piedra angular del discurso a-ideológico lo constituye su racionalidad científico-económica, mediante la cual el “mercado”, instancia objetiva, neutral e impersonal, “supuestamente” se desliga de toda influencia político-ideológica. En consecuencia, las directrices sociales partirían de un sistema objetivo de reglas y no de un conjunto subjetivo de ideas. Pero atención, este “sistema objetivos de reglas” es el fundamento de las presupuestos y aprioris de la tecnocracia que a su vez no esta exenta de influencias de poder. Aquí comienzo a hacer otra lectura.
3.      Sostengo que lo no-ideológico viene a ser “el parche antes de la herida”, una resignación anticipada a su pretensión como ideología orgánica y consecuente. Con esto me refiero a que si una ideología -en su acepción positiva- constituye los fundamentos y principios de cierta estructura social-político-económico, lo lógico sería que sus postulados se corroborasen en su práctica con la realidad, que demuestre una coherencia global e interna. Sin embargo, el discurso idealizado de “libre mercado”, de “libertad económica”, de “igualdad de oportunidades”, de “la libre competencia”, etc., no tiene mayor correlación con la realidad, y aquí comienzan a aparecer las contradicciones y oscuridades del dogma, las que intuía Valencia (2002). Apelando a la racionalidad científica se produce un ocultamiento del neoliberalismo en tanto que ideología debido a la inconsistencia e incongruencia señaladas.[7] Y por supuesto, la posterior reificación que se hace de un mercado que nunca fue libre no puede aspirar a una sociedad libre, y mucho menos a una autónoma.

Esto último me lleva a pensar que la racionalidad científica-económica se traba con la tecnocracia y en especial con el poder, dominio y hegemonía –como le sucede al liberalismo con el tema de la propiedad privada. Si el neoliberalismo se fundamenta en principios contradictorios, oscuros e inconsecuentes; si su pretensión idílica de una sociedad libre a partir de un mercado libre es solamente retórica y no realidad; y si su constitución liberal queda truncada por las consecuencias totalitarias y dogmáticas de la doctrina económica, entonces estamos totalmente autorizados en tomarla más como estrategia que como ideología. La estrategia consistió básicamente en mutar el desarrollo del capitalismo, y me apuro incluso a decir que siendo esta una estrategia que opera para crea sentido y consenso en torno a la lógica de mercado (competencia, efectivismo, individualismo, maximización, etc.), cada vez tengo menos dudas de que sus consecuencias han cimentado una condición postliberal en la sociedad. Fundamentemos.

Decía que la condición postliberal que trato de dilucidar se genera a consecuencia de la expansión del capitalismo sobre sí mismo, y esta expansión se debe principalmente a la estrategia económica adoptada -con sus diferentes matices- a nivel global: la doctrina neoliberal. En otras palabras, lo que la doctrina neoliberal ha hecho, a través de la liberalización de las economías y su rearticulación en el sistema monetario internacional,[8] es acelerar y concluir con el proceso de expansión del capitalismo, ese capitalismo que -como bien analizaba Rosa Luxemburgo- necesita permanentemente de otros sistemas económicos como medio y como terreno donde prosperar.
Pero, terminar con su expansión no significa la finitud del sistema mismo (aunque aún los límites del sistema siguen siendo geográficos y demográficos. No por nada se busca desesperadamente otros planetas con características similares a la tierra… ¿dónde seguir asentando el capitalismo?), al contrario, lo que el capitalismo ha perdido en expansividad lo ha ganado en intensividad, empujando el sistema hacia su etapa tardía, o lo que Karl Kautsky anticipaba como ultracapitalismo.[9] En la etapa tardía continúan intensificándose principalmente los mecanismos de articulación entre el sistema económico capitalista y las subjetividades, las que finalmente interpretan la lógica de mercado como “sentido común”, ya sea en el micromundo de cada individuo como en las pautas culturales y motivaciones sociales, concretando así la dependencia estructural entre individuo y sistema.[10] Luego se habla entonces de un Sistema Social Capitalista que alude no sólo a lo económico, sino también a lo político, jurídico, social, cultural, etc.
Ahora, si ampliamos un poco el rango de fenómenos socioculturales que caen dentro del la condición postliberal nos percataremos que en el capitalismo tardío, los esquemas de la modernidad, de la sociedad disciplinaria y del pensamiento dialéctico devienen en postmodernidad, sociedad de control y pensamiento único respectivamente. Sostengo entonces que estos son lo tres fundamentos interrelacionados de una ideología que soterradamente -o bajo el artificio de “neoliberal”- supedita todas las libertades individuales y colectivas a los dictámenes de la racionalidad científico-económica. Desde esta racionalidad se plantea una y sólo una forma de construcción social (Sistema Social Capitalista) y desde la lógica de mercado se plantean las herramientas exclusivas para sobrevivir en ese esquema (competitividad, individualismo, efectivismo, maximización etc.) Y por supuesto, este estado de la sociedad ni siquiera es un “liberalismo desaforado”, simplemente no responde ni concuerda con la filosofía liberal. No hay autonomía posible en las tenazas del ser y hacer capitalistas.
            Alguien puede contra argumentar y decir que es precisamente la estrategia neoliberal que ha permitido la apertura de las economías, la fluidez de las intercambios comerciales, la globalización de bienes, servicios e información, el intercambio intelectual, inmaterial y cultural y, por lo mismo, ha abierto toda una gama de nuevas posibilidades y libertades para los individuos y sociedades, especialmente dentro de la subculturas citadinas. Sin embargo me inclino a pensar que estas nuevas libertades y posibilidades están de una u otra forma supeditadas a la cosmovisión del pensamiento único, a las exigencias del mercado y a las pautas culturales de la corriente postmoderna, que en definitiva no crean otra cosa más que pensamiento débil y acrítico, vaciamiento de sentido, hedonismo, y condición heterónoma en la sociedad, todo lo cual constituye un fatal flagelo para la propia libertad del individuo y para las sociedades en general.
Para esclarecer más este enfoque precisemos conceptualmente lo que se entiende por Pensamiento Único, Sociedad de Control y Postmodernidad.
 
El concepto de Pensamiento Único tiene dos acepciones, una en el nivel macro y otra en el nivel micro por decirlo así.
En su acepción macro se refiere a la aceptación generalizada de los Estados-naciones por entrar y anclarse a las fuerzas de la mundialización capitalista; por la liberalización de sus economías y la asimilación de las estructuras monetarias; por la supeditación de sus agentes económicos a la lógica del mercado y al capital financiero; por la aceptación a incluirse -aunque sea de forma desventajosa y servil- en la reconfiguración hegemónica global del sistema capitalista, conducido en definitiva por instituciones internacionales económicas y monetarias (BM, FMI, FEM, OCDE, GATT, Comisión Europea, Banco de Francia, etc.).[11] Por tanto, este pensamiento único subyace en la doctrina económica neoliberal, como la vía exclusiva hacia el progreso y desarrollo, donde finalmente los Estados reinan pero los mercados gobiernan.
Si Truman en 1947 -aludiendo al proceso de descolonización- diversificaba enormemente los posibles “modos de vida” al declarar que: “en el momento actual de la historia mundial, casi todas las naciones del mundo deben escoger entre dos modos de vida alternativos”,[12] luego del colapso soviético ni siquiera esa binaria elección parece posible. En efecto, cuatro décadas después Margaret Thatcher, adelantada discípula de Hayek, sentenciaría dogmáticamente: «There Is No Alternative» (TINA). En última instancia, el encargado de poner el broche de oro al axioma será el ex presidente de Brasil, Fernando Cardoso, quien concluyó: “…fuera de la globalización [mundialización capitalista] no hay salvación; dentro de la globalización no hay alternativas”.[14]No hay alternativa” constituye entonces la máxima del pensamiento único, el eslogan mediático que invita a consentir, como exclusividad paradigmática la mundialización capitalista, para lo cual además, la estrategia económica neoliberal resulta ser la vía más rápida, eficaz e idónea de concreción.

El primero en acuñar y conceptualizar sobre el pensamiento único fue Ignacio Ramonet, quien ante la pregunta ¿Qué es el pensamiento único? sentenció: “La traducción en términos ideológicos con pretensión universal de los intereses de un conjunto de fuerzas económicas, en particular las del capital internacional. Ha sido, por así decirlo, formulada y definida desde 1944, con ocasión de los acuerdos de Bretton Woods. Sus fuentes principales son las grandes instituciones económicas y que mediante su financiación vinculan al servicio de sus ideas, a través de todo el planeta, numerosos centros de investigación, universidades, fundaciones (...) las cuáles perfilan y expanden la buena nueva en sus ámbitos”. Más aún, si hacemos un acercamiento más minucioso, al micromundo de cada individuo, veremos que este pensamiento único se disemina estratégicamente en las subjetividades, articulando lo macro con lo micro. En este sentido prosigue Ramonet: “Un poco por todas partes, las facultades de ciencias económicas, periodistas, ensayistas, personalidades de la política... retoman las principales consignas de éstas nuevas tablas de la ley y, a través de su reflejo en los grandes medios de comunicación de masas, las repiten hasta la saciedad. Sabiendo con certeza que, en nuestras sociedades mediáticas, repetición equivale a demostración”.[15]
Estas “buenas nuevas” que se diseminan en el imaginario y estructuras sociales replantean la naturalidad del individuo y de la colectividad. En esto lo económico toma preeminencia por sobre lo político, y las riendas todas de la organización social se rigen al imperativo económico, a los dictámenes del mercado, al economicismo de la realidad social.[16] Finalmente, no podía ser de otra forma, “Atrapados. En las democracias actuales, cada vez son mas los ciudadanos que se sienten atrapados, empapados en una especie de doctrina viscosa que, insensiblemente, devuelve cualquier razonamiento rebelde, lo inhibe, lo perturba, lo paraliza y acaba por ahogarlo. Esta doctrina, es el pensamiento único, el único autorizado por una invisible y omnipresente policía de la opinión”.[17]
Y es que en su acepción micro el pensamiento único es una “doctrina viscosa”, pero que opera de forma tal que pasa desapercibida. El fundamento en este plano reside en la obturación de la conciencia dialéctica hegeliana, en particular de la contradicción dialéctica o, si se quiere, del pensamiento binario antagónico. En este sentido, la “neoliberalización” de las sociedades, ha llevado no sólo a una exaltación del mercado, sino también a una exaltación de las variedades y pluralidades, y éstas a su vez, a una supresión de las contradicciones y antagonismos. Ahora bien, lo paradójico es que aquella supresión de la contradicción ha conducido a la sociedad hacia un solo tipo posible de antagonismo y de contradicción, hacia una sola pero radical dialéctica en el campo socio-histórico: entre las libertades y la lógica del mercado. Así también lo expresan Holloway et ál. (2007) al escribir: “Dejar de lado la conciencia dialéctica de (no la creación dialéctica de) la contradicción es olvidar que estamos en una prisión, que estamos viviendo dentro de una forma de organización social que diariamente reduce nuestra infinita creatividad al monótono proceso de producir ganancia”.[18]
Por lo mismo, que el pensamiento dialéctico sea superado (a propósito de la mala fama adquirida por el materialismo dialéctico de la URSS) no implica necesariamente la construcción de un pensamiento rizomático libre y autónomo (diferencia, hibridación, movilidad) como lo plantean algunos autores (Deleuze y Guattari, 2000). En la condición postliberal toda la libertad potencial de nuevas mentalidades rizomáticas, están en última instancia supeditadas a las estructuras psíquicas que construye la lógica de mercado, la Market mentality. Así las cosas, el pensamiento único representa abiertamente el fin de las contradicciones y de las síntesis de cierre, pero a su vez, encubiertamente, es la gran síntesis de nuestro tiempo histórico, la única dialéctica permitida, entre el humano y el capital. Entonces, persuadidos perseguimos el anzuelo, “nuestro hacer empuja hacia la diferencia, anhela un mundo libre de contradicción, pero por el momento está atrapado dentro de la contradicción, dentro de un mundo de coerción impuesta por el dinero”.[19]
            A mi modo de ver, la consecuencia más profunda y más radical del fin de la conciencia dialéctica, es la supresión de las demandas ontológicas y la capacidad intituyente de las sociedades, que ha contribuido por un lado a despojar a los individuos del control de producción material y subjetiva, y por otro, a aceitar los mecanismos de alienación, de aceptación consentida y concertada en torno a la lógica de mercado y el progreso capitalista. Se llega así entonces al pensamiento único, donde la “soberanía del consumidor” se reduce casi exclusivamente a seleccionar lo ya producido, lo ya establecido, lo ya pensado. Status quo ad infinitum, perenne y sin oposición es heteronomía pura, total. ¿Y dónde queda la autonomía, las libertades que pregonaba el liberalismo?
El fin del pensamiento dialéctico es el fin entre lo interior y lo exterior, entre lo público y lo privado; es el fin entre explotador y explotado, entre capital y trabajador; es el fin de las contradicciones y de las crisis, de la tesis y antítesis; es el fin de las ideologías y de la historia. Del otro lado, el pensamiento único es el comienzo de un tiempo-espacio uniforme y una cultura homogenizada,[20] donde “(…) no existe exterior al mercado mundial: todo el planeta es su dominio”.[21]
            Por cierto, el pensamiento único puede operar eficazmente y pasar desapercibido gracias o toda una industria mediática que a través de la técnica de mostrar ocultando genera lo que Pierre Bourdieu denominó “la censura invisible”.[22] Censura y persuasión, seducción y anonadamiento se traducen en amnesia colectiva y vaciamiento de la memoria histórica, en indiferencia y apatía, en pensamiento acrítico y hedonismo, y en aquello que los situacionistas franceses advertían como la sociedad del espectáculo. Al respecto, un cuentista y escritor chileno escribe: “Las exitosas cifras macroeconómicas se desdibujan frente a la pobreza más feroz. La imagen publicitaria de los medios de comunicación confunden incluso a los que sólo reciben los despojos del sistema. Se nos dice que terminó el tiempo de las ideologías, de la pugna entre distintas opciones políticas, pero la verdad es que detrás de esa negación se pretende imponer una ideología única que no tiene otro norte que establecer un modelo de vida chata, conformista, acrítico, que inmovilice a la gente”.[23]
  
El segundo fundamento de la condición postliberal es la Sociedad de Control, que en tiempos del capitalismo tardío ha terminado con la sociedad disciplinaria. Esta última fue el gran paradigma dominante del mundo moderno, y permitió a través del pensamiento racional e ilustrado estructurar y normar las pautas culturales, los parámetros y límites del pensamiento y la practica. Además, aquel paradigma articulaba las estructuras de ajuste entre sociedad e individuo: en la escuela, en la fabrica, en el hogar, en la universidad, en el hospital, en la cárcel, en el regimiento, etc., etc. Cada cual tenía su función y su identidad en un contexto dado, y a raíz de ello también se posibilitaba la clasificación y la diferenciación antagónica, entre el rol específico del individuo y la presión del capital sobre aquel rol; entre la estructuración clasista, racial, cultural, socioeconómica y sus diversas contraposiciones internas correspondientes. Pero en la sociedad de control, las diversidades indentitarias, se reconstruyen, se confunden y mezclan, se produce una hibridación que lleva en última instancia a la homogenización cultural, política y económica. Este es el principal punto de apoyo de la sociedad de control: la sociedad diversificada en apariencia pero homogenizada en esencia.[24]
Cabe decir que la propia sociedad disciplinaria fue el soporte para la acumulación y  la expansión del sistema capitalista, cuya expresión más acabada es el modelo de producción Taylor-fordista. Sin embargo, en la etapa tardía, cuando el sistema se expande sobre sí mismo y desarrolla nuevas tecnologías, sistemas y redes de comunicación, de informatización y de información, este paradigma moderno entra en crisis. En efecto, las arcaicas estructuras disciplinarias colapsan: ni son funcionales al sistema capitalista ni se adecuan a la nueva producción de subjetividad. Y esto es así porque en el capitalismo tardío la ganancia de plusvalía no tiene límites disciplinarios, no tiene confines espaciales ni temporales, es ganancia y acumulación permanente; y es, por sobre todo, ganancia que se basa en las mismas acciones determinadas por las pautas culturales que el sistema produce y reproduce. De ahí que la sociedad de control sea un sistema cerrado y circular, cercada por el capital y la lógica de mercado, que se justifica sobre sí misma y que no tiene mayor legitimación externa.
Por su parte -y en un sentido más concreto-, en la sociedad de control la tercerización e informatización de la economía, de la producción y de la vida colaboran con un insuperable tejido de control, ejerciendo -como diría Joseph Nye- un soft power que hace democrático hasta los mecanismos más potentes de dominación.[25]
Es en esta sociedad de control que la libertad, la autonomía, la privacidad y la intimidad se trastocan, se rearticulan y supeditan a las nuevas necesidades del sistema, constituyendo una realidad social fundada en pseudo-libertades. El individuo tiene todas las libertades y posibilidades de realización, de consumo y de acceso, esto, siempre y cuando sea dentro de los parámetros de la lógica social capitalista. En definitiva, la mayor parte de las veces, se termina sucumbiendo, aceptando esta demarcación de la realidad social y el individuo pasa a formar parte del sistema mismo, a operar a favor de él. Aquí se despliega libre y peligrosamente la producción biopolítica -y bioeconómica-, y se instituye la sociedad de control, donde sus mecanismos “se distribuyen completamente por los cerebros y los cuerpos de los ciudadanos, de modo tal que los sujetos mismos interiorizan cada vez más las conductas de integración y exclusión social adecuadas para este dominio [control]. El poder se ejerce ahora a través de maquinarias que organizan directamente los cerebros (en los sistemas de comunicación, las redes de información, etcétera) y los cuerpos (en los sistemas de asistencia social, las actividades controladas etcétera) con el propósito de llevarlos hacia un estado autónomo de alienación, de enajenación del sentido de la vida y del deseo de creatividad […] a diferencia de la disciplina, este control se extiende mucho más allá de los lugares estructurados de las instituciones sociales, a través de redes flexibles y fluctuantes”.[26]

En síntesis, la sociedad de control es cercada tanto externamente por las nuevas tecnologías de la comunicación e informatización, como internamente por el propio compromiso -voluntario o resignado- de los individuos. La medula de esta sociedad de control es la producción bio-político-económica que “regula la vida social desde su interior, siguiéndola, interpretándola, absorbiéndola y rearticulándola”,[27] al compás de las necesidades del sistema. En esto genera una forma de alienación tan potente que no sólo persuade las subjetividades y las acciones culturales, sino que llega a permear los sentidos (gustos, olores, sonidos, imágenes, etc.) y a colonizar los deseos, y por que no, a establecerse definitivamente en el inconciente individual y colectivo. Y como es un sistema cerrado que depende de las exigencias culturales -creadas- sobre el capital, como decía Foucault, la vida misma llega a ser objeto de poder.



Por último, el tercer fundamento de la condición postliberal: la postmodernidad, concepto que en sentido amplio engloba tanto al pensamiento único como a la sociedad de control. Esta postmodernidad ha representado para algunos un cambio tan radical, un quiebre tan paradigmático que toda forma de estructuración social anterior quedan desacreditadas, para otros en cambio, la postmodernidad (como interpretación del postmodernismo) no es más que una simple moda academicista, pasajera y sin trascendencia.[28] Sin embargo, y respecto a este ensayo, lo importante aquí es encontrar las causas y enlaces a la condición postliberal que sostengo.
En primer lugar -retomando una crucial advertencia que hacen Hardt y Negri, 2002-, es necesario aclarar que el postmodernismo sí constituye un abierto ataque hacia la estructuración político-social derivada del paradigma modernista (desde el Renacimiento a hasta mediados del siglo XX). No obstante, lo que los postmodernistas parecen no distinguir, es que esa oposición está orientada hacia un tipo particular de tradición dentro de la modernidad, es decir, hacia una “modernidad y a una Ilustración que exalta la universalidad de la razón sólo para sostener la supremacía blanca, masculina y europea”, la cual por lo demás “procura controlar las fuerzas utópicas […] mediante la construcción y la mediación de dualismos, y llega finalmente al concepto de soberanía moderna como una solución provisional”, siendo el postmodernismo en definitiva “un desafío a la dialéctica como lógica central de la dominación, la exclusión y la potestad modernas, tanto porque reduce la multiplicidad de la diferencia a oposiciones binarias como porque subsecuentemente engloba estas diferencias en un orden unitario. Si el poder moderno mismo es dialéctico, de esta lógica se sigue que el proyecto postmoderno debe ser no dialéctico”.[29]
Ahora bien, este ataque hacia la modernidad no es total sino parcial, y no es contra la concepción dialéctica, sino -como ya argumentamos- contra el pensamiento binario antagónico. Entonces resulta que lo que parece ser una corriente de pensamiento y acción liberadora no es más que la lógica a través de la cual opera el capitalismo tardío, y en esto, la liberación, lo rizomático y lo no-dialéctico se convierten en peligrosa red de contención, tanto de las otras fuerzas utópicas de la tradición modernista como de la propia dialéctica de oposición hacia el sistema social capitalista. Es cierto que el postmodernismo ataca las formas de dominación de la modernidad (soberanía moderna, ilustración, colonialismo, etc.), pero resulta que las condiciones de dominación en el capitalismo tardío no son precisamente las de la modernidad, en consecuencia, el postmodernismo en vez de ser una estrategia liberadora opera inversamente, fortaleciendo el sistema de dominación y configurando un modelo de resistencia social que trabaja en pos de su propia alienación, de su propia condición heterónoma.

         Otra característica importante de este postmodernismo es el relativismo extremo, que ha llevado incluso a lo que Ernest Gellner (1994) llamó “histeria de la subjetividad”. Como el postmodernismo es una oposición a la Ilustración y a las verdades establecidas a partir de la razón objetiva, sospecha y desconfía de cualquier procedimiento de estructuración que se asemeje a la ciencia, tachándolo peyorativamente de positivismo (como herramienta de dominio imperialista). Pero esta crítica -que en principio no es nociva- es un arma de doble filo, y como ha sido tan enérgicamente difundida antes que desarrollada, ha terminado por crear una cosmovisión de la realidad social en torno a incertidumbres, no sólo en un ámbito cognitivo sino incluso en el valorativo, ético y moral, cuando no existencial.[30] Esta relatividad se encuentra con el hecho de que, si bien es cierto en la modernidad, el “progreso” estaba fuertemente vinculado con el desarrollo de las potencialidades humanas, en la postmodernidad en cambio ese “progreso” se ha exteriorizado en la materialidad, situándose fuera del individuo y poniendo en entredicho el sentido de la evolución. Así la situación, “la libertad reaparece en la forma de una oscuridad pluralista y lógicamente permisiva”.[31]
            La radicalización de la relatividad antes que liberar, confunde y enreda, y de ahí la máxima de la condición postliberal: si no puedes convencerlos, confúndelos. Entonces sucede que cuando las pautas culturales se relativizan aparecen grandes dificultades para consensuar posturas, para unir fuerzas y para oponer resistencia a la lógica de mercado y los imperativos del capitalismo. Al respecto sentencia Marta Harnecker: “Una sociedad dividida, en la que diferentes grupos minoritarios no logran constituirse en una mayoría cuestionadora del sistema vigente, es la mejor fórmula para que éste se reproduzca sin problemas […] Lo que se persigue es construir o fabricar grupos sociales aislados unos de otros. Y para lograrlo busca expresamente que estos grupos luchen solo por objetivos exclusivos y parciales, que no susciten adhesión de otros grupos, tratando de convencerlos de que no existen objetivos comunes. La prédica sobre la muerte de las ideologías y la desaparición de las utopías sociales es parte fundamental de esta estrategia”.[32]
Por otro lado, esta misma radicalización de la relatividad ha generado una profunda simetría entre todos los sistemas de pensamiento, debilitando todos los marcos referenciales y reforzando los del pensamiento único.[33] Cito a Gellner: “La igualdad hermenéutica de todos los sistemas de significados nos imposibilita formular, y no digamos responder, la cuestión de por qué el mundo es tan asimétrico, por que hay un afán tan desesperado por emular el éxito de un tipo de cognición [racionalidad científico-económica], y por qué hay discrepancia entre campos en los cuales el éxito se ha conseguido y otros en los que está ausente. La verdadera y más grande objeción al relativismo no es que proponga una solución falsa (aunque lo hace), sino que nos impide incluso ver y formular nuestro problema”.[34]
Finalmente, el postmodernismo se despliega en la postmodernidad y esto anuncia un cambio de paradigma cultural, es aquella etapa de la sociedad postindustrial (Daniel Bell), de la sociedad de consumo, de los Mass media, de la información y de las altas tecnologías; se establece como  lógica cultural dominante que exalta la realidad multidimensional y que permite la coexistencia de una gran variedad de rasgos, muy diversos e incluso subordinados entre sí. La postmodernidad es básicamente una amalgama, pero ante todo es una lógica cultural subsumida en los dictámenes del capitalismo neoliberal, al respecto Fredric Jameson dice: […] toda posición postmodernista en el ámbito de la cultura es, también y al mismo tiempo, necesariamente, una forma de postura implícita o explícitamente política sobre la naturaleza del capitalismo multinacional actual”.[35] Por lo mismo, toda nueva potencialidad y expresión creativa, toda innovación en el plano cultural se enredan rápidamente en la “frenética urgencia económica” del capitalismo tardío. La innovación y la experimentación estética son integradas como un subproducto más de la producción de mercancías, entonces todo vestigio de creatividad, libertad y autonomía individual terminan por desaparecer. 

La cultura postmoderna es la expresión máxima del fetichismo a la mercancía, de la superficialidad y vaciamiento de sentido trascendental, la postmodernidad es el ¡ahora y ya!, de la inmediatez y de lo desechable, y es, desgraciadamente, la matriz rectora de la falsa conciencia.[36] En consecuencia, como sistema de goce, entretención y consumo que se autoreproduce infinitamente, es altamente seductor y alienante, invita a vivir todas las libertades y posibilidades nunca antes alcanzadas por la humanidad, por tanto no es raro ver sucumbir hasta las mentes más firmes y consecuentes, en un proceso que Chomsky advertía como “lavado de cerebro en libertad”.
Pero, recalco: fetichismo, consumismo, hedonismo, narcisismo, alienación, heteronomía, no están en la misma vereda de la libertad, de la autonomía, de la igualdad y la justicia social, ergo, condición postliberal. A todo esto, ¿Fue Rousseau quien dijo “el hombre ha nacido libre y, sin embargo, por todas partes se encuentra encadenado”?

Puesta de esta forma el análisis es que llego a la reflexión de que lo que actualmente entendemos por sistema político-económico liberal no es tal, y lo que en un principio fue una filosofía de liberación, de creación, de autonomía, de pensamiento crítico, de igualdad y tolerancia, hoy ha mutado de forma tan considerable -sino irreversible- que me permito darle un fin. El responsable deliberado: la doctrina económica neoliberal; las consecuencias: condición sociocultural postliberal.
Por cierto, molesta que esta condición postliberal contribuya significativamente al vaciamiento de sentido y de perspectiva, a la renuncia de arquetipos que se funden en lo social, y en cambio, a la aceptación cegada de prototipos enacidos del aparato mediático, o cuando mucho hacia una ligera construcción arquetípica hedonista que termina por desplazar del campo socio-histórico lo estoico y lo asceta.[37] Sobretodo porque es en este contexto que late la amenaza de olvido, de que existe un individualismo social y no solamente uno posesivo; de que el dinero se necesita pero no se desea, ni mucho menos se ama; de que existe una tolerancia pero no un relativismo histérico que impide cualquier concordancia entre los individuos; de que existe una diferencia entre distenderse en el goce y vivir sumido en él; de que se puede enfatizar la inmanencia del mundo, que nos exige cada vez más compromiso, pero no por ello abandonar todo horizonte o proyecto trascendental; de que se puede hace economía de nuestros recursos y de nuestra limitaciones pero no por ello demarcar nuestra humanidad en los dictámenes de la “ciencia económica”, del mercado y del capital; de que existe una conciencia social y una memoria histórica y no solamente egoísmo social y presentismo amnésico; de que hay libertades que nacen de las mismas fuerzas creativas de la humanidad y no solamente libertades superficiales establecidas y persuadidas por los mecanismo de marketing; de que se puede hacer progresar la cultura, lo social y lo humano y no solamente aletargarlas, involucionarlas, insignificarlas y ponerlas en decadencia; y de que la ignorancia es un punto de partida y no de llegada. En fin, late la amenaza de dejar en el olvido de que los sistemas y las formulas sociales son una creación de, por y para lo social, y que pueden ser deconstruidas y reconstruidas cuando lo social lo estime conveniente.
Como lo plantee en otro momento, cada vez es más fuerte la convicción de que nuevamente nos encaminamos hacia […] una época oscura para la esencia humana y sus sociedades, sólo que esta vez, pasa desapercibida por la magna sobreiluminación de imágenes, carteles, propagandas, tubos fluorescentes, etc.”.[38] Hacia una etapa oscura que en vez de explotar la pobreza de la existencia se caracteriza por lo que Jean Baudrillard expresó como la “saturación de la existencia”. Los padres de la disutopía –Huxley, Zamiatin, Orwell- en su momento nos presentaron los riesgos de la sociedad totalizada, controlada, automatizada, pero hasta en aquellas ficciones se posibilitaban las demandas ontológicas, en cambio, en un presente en que ni siquiera existen aquellas demandas, más que nunca urge encontrar una base ontológica de antagonismo dentro y contra la condición postliberal.
No será primera vez que las fuerzas utópicas salgan del paso, al igual como lo hizo el liberalismo del renacimiento humanista, la “ruptura de la clausura” actualmente precisa de un nuevo renacimiento de lo social y de lo humano. Quizá sea necesario -como lo plantea Enrique Dussel-[39] comenzar por contraponer una ética de liberación frente a la “ética de mercado” y las libertades de lo humano a las libertades que permite el capital. En esto, ¿Cuál sería el rol del liberalismo en la era postliberal?

“La diferencia, la hibridación y la movilidad no son liberadoras en sí mismas, pero tampoco lo son la verdad, la pureza y la estasis. La práctica revolucionaria real se refiere al plano de la producción. La verdad no nos hará libre, pero tomar el control de la producción de la verdad, sí. La movilidad y la hibridación no son liberadoras, pero tomar el control de la producción de la movilidad y la estasis, las purezas y las mezclas, sí lo es”.

Michel Hardt & Antonio Negri.
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Referencias. 

[1] “Y hay que tener en cuenta que el comunismo fue al socialismo lo que neoliberalismo es al liberalismo clásico. Y que el mismo desprestigio (aunque sea una injusticia histórica) que la caída del comunismo trajo para el socialismo puede traer la muerte del neoliberalismo para el liberalismo auténtico”· RUBIO, 1999:6.

[2] VALENCIA, 2002:6. Recojo el guante, y en esto mi empeño por dilucidar el fenómeno neoliberal y presentar sus consecuencias culturales como Postliberalismo o Condición Postliberal.

[3] RIVERA, David, La implementación neoliberal. Los términos ideológicos-imaginarios. Agosto, 2009:2.

[4] Se habla de capitalismo democrático -y no democracia capitalista- pues “la expresión captura la verdadera esencia de esos regímenes al señalar que sus instituciones y prácticas democráticas son variantes políticas que no alcanzan para neutralizar los rasgos estructurales, esencialmente antidemocráticos de la sociedad capitalista”. BORON, 1997:2

[5] BORON, 1997:7.

[6] Piénsese, por ejemplo, en la ofensiva ideológica del neoliberalismo chileno luego del discurso de Chacarillas en 1977, en donde las determinaciones técnicas de la economía neoliberal precisaban de un sustento ideológico para trascender y así aplicarse a las conocidas “modernizaciones sociales”.

[7] Nunca fue libre pues, la liberalización de las economías y su posterior anclaje a la mundialización capitalista no ha alterado en nada las estructuras de dominio; las potencias capitalistas desarrolladas siguen pautando a piacere las vinculaciones económicas con los países subdesarrollados y en vías de desarrollo; las estructuras monopólicas corporativas y sus redes capitalistas hacen del neoliberalismo un eufemismo geopolítico estratégico. Nunca ha sido libre pues la especulación y la alteración en los mercados internacionales está a la orden del día, haciendo de los fallos de mercado una característica estructural y no una excepción. Nunca será libre debido al primer axioma neoliberal: “…la concentración del poder económico deviene en la del poder político, y que nadie legisla en contra de sus propios intereses”. CUELLO, Raúl, El neoliberalismo, una ideología contraria al equilibrio social. En BORON et ál., 1999:138. Incluso la misma competencia nunca ha sido una propiedad del neoliberalismo, más bien constituye un mito, una “creencia de tipo religiosa”, una felonía dañina tanto para la democracia como para la ciencia seria, al respecto: Sapir, J. (2006) “La competencia no es una ley sino un mito”. En Le Monde diplomatique, Nº 66, pp. 30-31.

[8] Los espejismos de las estructuras económico-monetarias actuales han volcado el énfasis en la economía virtual (financiera) por sobre la economía real (productiva), las cifras son más que llamativas, al respecto Aldo Ferrer sentencia: “(...) el 95% de las operaciones en los mercados cambiarios del mundo corresponden a movimientos financieros, y sólo el 5% a cancelación de transacciones reales de comercio de bienes y servicios e inversiones privadas directas”. FERRER, Aldo, La globalización, la crisis financiera y América Latina. En BORON et ál., 1999:89. Por otro lado, interesante e intrigador resulta la búsqueda del soporte principal tanto de la economía real como virtual, y esto como punto de vista histórico, desde el  mercantilismo hasta la actual economía de casino. Y es que ¿qué consenso, ha llevado a instalar en la raíz de la estructura económico-financiero-monetario, un patrón oro, un dólar-oro, un dólar o un patrón fiduciario respectivamente, como soporte o base del mismo sistema? ¿Qué consenso intersubjetivo le ha entregado un valor más allá que el utilitario o intrínseco a estos patrones? Quizá todo el sistema, en definitivas cuentas, se sustenta en una sobreestimación y mitificación de algo que no es, pero que sin embargo sirve para mantener las estructuras de dominio, control y hegemonía económica.

[9] “…los magnates del capitalismo podrán unirse en un único monopolio mundial y sustituir la competencia y la lucha entre capitales financieros de base nacional por un capitalismo financiero internacional unificado”. KAUTSKY, Karl, “Zwei Schiften zu Umlernen”, en Die Neue Zeit, 30/04/1915, p.114. Tomado de HARDT y NEGRI, 2002:217.

[10]“…enajenación cultural, debido al control y a la manipulación, por las organizaciones metropolitanas, de los medios de comunicación de masas, la traducción y producción de revistas, libros, programas de televisión, etc. (…) las condiciones sociales y culturales de la dependencia provocan el compromiso de la propia personalidad de personas y grupos de personas [hacia el sistema]. La situación de dependencia estructural ciertamente crea ambigüedades e incongruencias, generando cierto tipo de inautenticidades y duplicidades. Los valores culturales y los patrones de comportamiento social se duplican y se hacen contradictorios. Y también ocurre un cierto tipo de divorcio entre el pensamiento y la acción. Así, los antagonismos  políticos y económico (esto es, los antagonismos entre las clases sociales) se convierten en contradicciones culturales (axiológicas)”. IANNI, Octavio (1970), Imperialismo y cultura de la violencia en América Latina. Ed. Siglo XXI. México D.F. Pp. 9-26.

[11] Al respecto ver Ramonet, I. ¿Qué es el pensamiento único? En SÁNCHEZ, 1998:15-17.

[12] Discurso del presidente Truman ante el Congreso de los EE.UU. Washington, 12 de marzo de 1947.

[13] Tomado de BORON et ál., 1999:220.

[14] Ramonet, I. (1995), La pensée unique. En Le Monde Diplomatique, enero. (Edición francesa).

[15]La mutación que sufrió el individuo común en su autorepresentación desde homo politicus hacia homo economicus, finalmente permitió el tan anhelado divide et impera de las clases dominantes”. RIVERA, David, La implementación neoliberal. Los términos ideológicos-imaginarios. Agosto, 2009:7.

[16] Ramonet, I. (1995), La pensée unique. En Le Monde Diplomatique, enero. (Edición francesa).

[17] HOLLOWAY, John et ál., [Com.] (2007), Negatividad y Revolución. Theodor W. Adorno y la política. Coedición Universidad Autónoma de Puebla, México y Ediciones Herramienta, Buenos Aires. Introducción de los compiladores.

[18] Ibídem.

[19] “(…) esta creciente homogenización cultural ha sido un instrumento poderosísimo para la creación de un “sentido común neoliberal” que exalta las oportunidades que ofrece el mercado, lo que tal vez constituye el triunfo más notable de la reestructuración regresiva del capitalismo actualmente en curso”. BORON et ál., 1999:225.

[10] HARDT y NEGRI, 2002:181.

[21]Estos medios, concentrados cada vez en menos manos, se encargan de canalizar el pensamiento y las actitudes de la gente dentro de los límites aceptables para las clases dominantes, desviando cualquier reto en potencia contra ellas y las autoridades establecidas antes de que éstos puedan tomar forma y adquirir fuerza”. HARNECKER, 2000:3.

[22] Díaz E., R. (2002), “De sueños y esperanzas”. En Le Monde diplomatique, Nº 25, p. 31.

[23] Una peligrosa tendencia que amenaza con socavar toda la cadena lógica de represtación de los Estados-naciones, es decir, multitud-pueblo-nación-Estado. Concorde al tono de este ensayo, sostengo que la cadena de representación esta adormecida desde su eslabón más principal, la muchedumbre en la condición postliberal es mansedumbre, de ahí los graves problemas para salir del estado de heteronomía.

[24] “Las tecnologías informáticas facilitan la acumulación de datos sobre la vida privada de los ciudadanos a costos muy bajos, posibilitando la actuación estatal (y empresarial) preventiva de la disidencia en ámbitos como el laboral, el acceso a funciones públicas, etcétera”. HARNECKER, 2000:2

[25] HARDT y NEGRI, 2002:38.

[26] HARDT y NEGRI, 2002:38.

[27] […] el movimiento postmoderno, que es una moda cultural pasajera, tiene interés sólo por cuanto es un espécimen vivo y actual del relativismo, que en sí mismo es de alguna importancia y permanecerá entre nosotros durante un buen tiempo”. GELLNER, 1994:38-39.

[28] HARDT y NEGRI, 2002:137-138.

[29] En el plano del conocimiento es posible, sino necesario, vivir con la incertidumbre y conflicto cognitivos. Sobre todo porque cuenta con una base común simétrica que permite obtener nuevo conocimiento y resolver los conflictos y crisis: el racionalismo científico. Sin embargo, ¿es permisible esta incertidumbre en el plano moral, valorativo, ético? ¿Cuál es el marco de referencia o criterio para alcanzar una moral y ética universales?

[30] GELLNER, 1994:46.

[31] HARNECKER, 2000:4

[32] En el postmodernismo el estadio de análisis al que había llegado la Escuela de Francfort son sobrepasados, la teoría crítica de un Adorno o de un Marcuse y el subjetivismo histórico subyacente son reemplazados por un radical desprecio de lo objetivo en sí, por una hermenéutica igualitarista y vacua, y por un “calambre epistemológico” que deambula en un relativismus über alles (relativismo ante todo).

[33] GELLNER: 1994:82. ¿Por qué si el pensamiento científico racional y su método es tan influyente, eficaz y efectivo, no ha podido preveer las enormes contradicciones y desigualdades que su avance han provocado en las sociedades que adoptaron esta estrategia cognitiva; siendo además gran responsable de que casi la totalidad de las sociedades capitalistas occidentales abracen una postmodernidad vacúa, sin sentido ni orientación?

[34] JAMESON, 1995:14.

[35] Para Joseph Gabel (1970) esta falsa conciencia tiene los siguientes rasgos esenciales: falsas identificaciones, perspectiva a-histórica, rechazo sistemático a las teorías dialécticas y, teorías de encubrimiento que justifican dicho rechazo. Para Castoriadis (1998) quien habla en términos de “asenso de la insignificancia” esto representa pensamiento débil, falsas vanguardias, conformismo, fatalismo, hedonismo, presentismo.

[36] Al respecto ver MOULIAN, Tomás (1999), El consumo me consume. Ed. LOM. Santiago. Al respecto, Ortega y Gasset sentenciaba: “La anatomía del hombre hoy dominante: un hombre hecho de prisa, montado nada más que sobre unas cuantas y pobres abstracciones, un hombre previamente vaciado de su propia historia, sin entrañas de pasado y, por lo mismo, dócil a todas las disciplinas llamadas “internacionales”, un hombre que carece de un “dentro” y sin la nobleza que obliga, que se siente como todo el mundo. En esta sociedad de hombres de cabeza toscas”. En ORTEGA; GASSET, J. (2005), La rebelión de las masas. Ed. Espasa-Calpe, Madrid.

[37] RIVERA, David, Modernidad/Postmodernidad, la contraposición de arquetipos. Noviembre-diciembre 2007.

[38] DUSSEL, Enrique, La resistencia ética al neoliberalismo. Conferencia dictada en la Facultad de Ciencias Sociales, UNAM en el mes de junio de 1998.


Bibliografía consultada. 

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3 comentarios:

Elexamendenoche dijo...

Me gustó mucho el ensayo viejo. Si bien el término postliberalismo me era extraño creo que dejas las cosas bastante en claro. Tengo un par de cuestiones en mente:

1. ¿Crees que la matriz liberal llevaba implícita la semilla del neoliberalismo o esta corresponde más bien al fracaso de sus postulados? Dicho de otra forma, ¿es el liberalismo inocente de su hijo bastardo? ¿podemos adoptar críticamente sus idearios originales?
2. Sobre tu apreciación del postmodernismo creo en establecer un matiz. Tal y como lo pones esta corriente es profundamente dañina, anteponiendo un signo de interrogación que raya en el inmovilidad a cada posibilidad de cambio y transformación social. Sin embargo, creo que existe una variante laxa del mismo que se basa en una suerte de constructivismo, esto es, en reconocer las condiciones de origen (e intenciones) en que cada discurso es válido. El hecho de develar este lado oculto de la forma (Luhmann dixit) nos da la oportunidad de aceptar o negar sus premisas, orientándonos a una crítica más fundada.

Saludos!

Gato dijo...

Gracias elexamendenoche, buenas tus apreciaciones. Ahora bien, respecto a lo primero no tengo dudas de que el liberalismo se siente victima del neoliberalismo, de hecho cualquier liberal serio se siente ajeno a las consecuencias del neoliberalismo. Por otro lado no debemos olvidar que hay un paso significativo entre FILOSOFÍA liberal a DOCTRINA ECONÓMICA NEOliberal, ese paso pienso yo -y esta una profundización de la investigación en curso- es el que produce el giro de los principios liberales originales. De todas formas ese tema lo dejo claro o intento dejarlo claro en la segunda parte del ensayo que pronto subiré. Respecto a si el liberalismo llevaba la semilla implícita del neoliberalismo, creo que si en un aspecto crucial: la propiedad privada. Y desde hay te respondo lo segundo, por supuesto que podemos asumir los principios originarios del liberalismo críticamente en la actualidad y repostularlos como vía alternativa a la viscosidad del postliberalismo -plantear un formula social cerrada sin posibilidad de cambio es un absurdo total- pero desde mi punto de ver ese liberalismo debe replantearse el tema de la propiedad privada. ¿Suena radical no, casi ilógico, pero no está demás el ejercicio?

Eso puedo decir por el momento.
Saludos compañero.

Giselle dijo...

Gato muy buena tu pagina, cuando puedas subite alguna obra de Salgado Alejandra, gracias